Históricamente, el campo de la intersexualidad era una problemática de género, ya que se le exigía al sujeto intersex definirse por uno de los dos géneros hegemónicos y sostenerlo por el resto de su existencia. Toda ambigüedad, traspaso o transgresión eran sancionadas y castigadas. Cuando el discurso médico no sólo toma bajo su amparo la intersexualidad, sino que se autoriza a modificarla quirúrgica y hormonalmente, produce su desplazamiento al interior del debate sobre la ética.

Si tomamos en cuenta las elaboraciones de Lacan sobre la ética, en tanto ésta “se articula, por una orientación del hombre hacia lo real” (1959), podemos pensar que el discurso médico se erige como un Amo que dictamina dicha orientación en su intento de trazar el mapa anatómico ideal. Es decir, el diseño de una superficie sin ambigüedades, circunscripta a una de las dos categorías binarias del sexo, para la instalación sin ambages del género (igualmente) ideal. Resuena aquí, la frase de Freud “la anatomía es el destino” (1925). Aforismo que, al ser tomado como égida del discurso médico, no se puede dejar de señalar que, al enunciarla, estaba parafraseando a Napoleón I.

La propuesta es retomar dos obras cinematográficas argentinas, cercanas entre sí, “XXY” (2007, de Lucía Puenzo) y “El último verano de la Boyita” (2009, de Julia Solomonoff), y ponerlas en tensión con el testimonio de Mauro Cabral (sujeto intersex) expuesto en el libro “Interdicciones – Escritura de la intersexualidad en castellano” (2009). El objetivo, es intentar dar cuenta cómo el descentramiento, producido por el discurso médico, es tratado en los dos films y en la experiencia de Mauro Cabral.

En tanto un hay un cuerpo traumatizado, se intentará poner en evidencia la distancia cuando se habla de él y cuando se habla desde él.