Los bustos de Eva Perón han sido homenajeados, vandalizados, destrozados y ficcionalizados por la literatura argentina contemporánea. En 1950, Sesostris Vitullo realiza el busto más polémico de Eva por su carácter abstracto y la deformación expresiva de su rostro lo que le valió el anonimato a su autor y la desaparición de la escultura. Ese no es el busto que resulta el modelo que Carlos Gamerro en La aventura de los bustos de Eva (2012) instala en el centro de su relato como demanda de rescate del grupo Montoneros. Ese busto es de yeso y replica la imagen tradicional de Eva, más cercano al retrato que realiza en 1950 Numa Ayrinhac, "el retratista del pueblo" y que luego será la tapa de La razón de mi vida en la edición de Peuser. Marcos López recupera esos ejemplares canónicos para recontextualizarlos en Perón y Evita. Provincia de Bs.As. (2003) y en Suite bolivariana (2009) muy lejos de aquella solemnidad. En estas dos producciones de siglo XXI, tanto en Gamerro como en López sin embargo, la rigidez del busto es manipulada en un doble gesto que integra la canonización de la imagen de Eva con su parodia.