La novela de no ficción Por qué volvías cada verano (2018) de Belén López Peiró irrumpe el modo en que la serie literaria argentina pensó el tópico de la violación: si desde la intervención crítica de Viñas (1971) la violación es una metáfora mayor que inaugura la literatura argentina, para López Peiró, en contexto de denuncia masiva de la violencia patriarcal, implica una literalidad y la construcción de una narrativa de la lesión (Ahmed, 2015) alejada del mero relato testimonial y de discursos que hacen de la herida una identidad.
El presente trabajo analiza cómo la representación del dolor, en tanto afectividad situada en un entramado de relaciones complejas de poder y de cuerpos en contacto, permite elaborar un relato que se presenta como una contrapedagogía (Segato, 2018). A partir de una estructura coral (que da cuenta de un crisol de voces más allá de la propia: la familia, el abusador, el perito, los abogados, la ginecóloga, etc.) se denuncian los discursos moralizantes que fetichizan la herida al mismo tiempo que se propone como una resistencia. Al hacer ingresar el discurso judicial (que burocratiza su experiencia y la coloca en el lugar de víctima) tensiona el lenguaje literario, desdoblando el locus de enunciación, y cuestiona la posibilidad de asir y cuantificar el dolor, complejizando su temporalidad.

Si el abuso sexual participa de un programa político preciso (Despentes, 2006) de disciplinamiento de los cuerpos en tanto los objetiviza, silencia y reorganiza en el espacio, la obra de López Peiró enarbola mecanismos de agenciamiento en tanto inaugura la posibilidad de un habla que históricamente fue silenciada y la reapropiación de la corporalidad. Por lo tanto, el cuerpo de la mujer ya no es la pizarra sobre la cual se escribe el poder (Segato, 2018), sino que actúa como un dispositivo narrativo para poder historizar el dolor.