Desde Aristóteles (Política, 10-15) el pensamiento y el lenguaje han quedado entrelazados en matrimonio perpetuo en el polisémico logos. Los demás animales poseen voz, phoné, pero no palabra. Mientras que la voz expresa el dolor y el placer, la palabra tiene la capacidad de expresar lo justo y lo injusto. Es por eso que la palabra adquiere un lugar de supremacía junto con los que se apropian de ella, es decir, los hombres.

El hombre queda entronado así en un lugar de superioridad y va delimitando y naturalizando la separación de lo humano con respecto a los demás seres.

Frente a una primacía de lo humano, del lenguaje conceptual y del pensamiento categorial presentes en la filosofía tradicional eurocéntrica, se planteará aquí una apología de la phoné y del significante recuperando la vía del sonido. Para ello nos adentraremos en un primer momento en el pensamiento de Keiji Nishitani, filósofo japonés del siglo XX que formó parte de la Escuela de Kioto.

Por último, analizaremos el cuento de Kobo Abe titulado El perro con la intención de callar las palabras y escuchar el sonido de lo animal que nos rodea y que nos habita dejando al descubierto la violenta ficcionalidad de las fronteras.