Eventos Académicos, I Jornadas de Estudiantes del Departamento de Filosofía

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Un análisis del encuentro cultural a partir de las reflexiones de Rodolfo Kusch
María Clara Montivero de la Roza

Última modificación: 2018-01-14

Resumen


La relación ser-estar, leída como cultura de sometimiento de lo originario, opera en el pensamiento latinoamericano desde la conquista. De acuerdo al análisis de Adriana Puiggrós (1996), sería en el momento de la “escena fundante” de la pedagogía - entendida como el acto primero de encuentro simbólico, es decir, de culturalización donde se instala la estructuración de esta lógica de pensamiento.

En América Latina, esta primera instancia de encuentro cultural nos remite particularmente a la conquista europea en México, más específicamente a la lectura del Requerimiento a los Nahuas -por el cual quedan sujetos al yugo y a la obediencia de la Iglesia y del rey español- suceso que representa la actualización de la imposición y colonización de una cultura por otra -acto se reactualiza a lo largo de la historia latinoamericana, por ejemplo, en nuestro país, en el modelo sarmientino de fundación de los sistemas escolares.

A la luz de la perspectiva histórica, podemos analizar la oposición cultura colonizadora/ cultura sometida en un nivel antropológico-existencial o metafísico. La mirada euro-céntrica del conquistador-civilizador, es una mirada que instala un movimiento de objetivación. Y es justamente a partir de este gesto que Rodolfo Kusch caracteriza la lógica occidental del ser. El hombre occidental, dice Kusch, se mueve en una permanente búsqueda de sentidos, búsqueda que viene acompañada de un proceso de objetivación del mundo, y que se traduce en la transformación de su entorno en objetos de los que dispone para facilitar su existencia:“(…) o sea que es una solución que crea hacia afuera, como pura exterioridad, como invasión del mundo o como agresión del mundo y, ante todo, como creación de un nuevo mundo” (Kusch, 2007b:149). En última instancia, este deseo de convertir al mundo en un “patio de objetos” surge como un mecanismo de “control de vida”, de defensa al miedo original de vivir.


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