La idea de crisol de razas constituyó en el imaginario de la Argentina una de sus bases identitarias. Esta imagen, surgió como una necesidad derivada de las premisas políticas, sociales y económicas del liberalismo al mediar el siglo XIX, cuando se entendía que era preciso poblar el territorio con inmigrantes europeos para llevar a cabo la transformación necesaria para salir del estado de barbarie. Identificada con el indio, el gaucho e incluso con el criollismo de origen hispano, este estado de salvajismo debía dejar lugar a un nuevo tiempo de progreso que permitiera a la joven Argentina convertirse en una nación civilizada. Desde 1860 la Argentina se presentaba ante el mundo como una nación libre, de vocación pacífica, para los argentinos y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino.De aquí se desprende que el proyecto político de la Argentina forjó sus cimientos en la idea del cruce de culturas, pero básicamente en la incorporación de una cultura modélica representada por la ilustración francesa.  Superados los conflictos con el indio y el gaucho, la civilización parecía imponerse en el país, especialmente en épocas del Centenario de la Revolución de mayo. Sin embargo, los procesos inmigratorios ultramarinos de finales del siglo XIX y principios del siglo XX dieron por tierra con la especulación de transformación. En el pensamiento de Alberdi los inmigrantes que podían llevar a cabo tal cambio provenían de los países anglosajones que principalmente emigraron hacia los Estados Unidos de América. Argentina recibió en cambio, en su mayoría inmigrantes italianos y españoles y en menor medida, europeos del este. Otro de los factores que deterioró el plan fue que, en general, los inmigrantes provenían de los estratos más bajos de la escala social. Primordialmente, eran grupos de trabajadores expulsados por la crisis generada por la Segunda Revolución Industrial. Junto a ellos arribaron ideas percibidas como peligrosas, introducidas por los grupos de mayor radicalidad, como los inmigrantes anarquistas. Esto justificó una visión totalizadora del extranjero como ese otro amenazante del orden establecido que constituía el nuevo representante del salvaje. Esta oleada de salvajes del orden moderno que se expresaba en “cocoliche”, se consideró un obstáculo para el desarrollo que prometía el modelo liberal de la Generación del 80. Aunque desviándose del plan inicial, también ellos transformaron a la Nación de manera substancial. Este desvío que sufrió el plan se comprendía como un fracaso del proyecto que Alberdi y Sarmiento habían elaborado para la construcción de la Gran Nación y dio lugar a la percepción histórica de un proceso inacabado; siempre buscando su explicación, su identidad, su narrativa, su imagen.