“Me despierto con la boca abierta como el pato cuando le sacan el hígado para el foie gras. Mi cuerpo está acá, mi cabeza más allá, afuera una cosa golpea como una arcada. Todavía de noche, dos pájaros se elevan violentos de mi árbol y al estrellarse se matan entre sí. Miro si me escribió” (Harwicz, 2015:1) Es la madre, nuevamente, como en las otras novelas de Ariana Harwicz (Mátate amor (2012, reeditada en 2017) y La débil mental (2014) y su hijo. Pero, es lo corporal en ese vínculo, son los cuerpos madre-hijo, lo que se narrativiza de manera violenta, es el lazo maternofilial extremo. En otro trabajo anterior ya habíamos abordado el tema analizando en la novela Mátete amor, los ritos de la anormalidad, la maternidad y lo bestial. En el presente trabajo, vamos a ocuparnos de Precoz, y de cómo el cuerpo materno/filial, se instala en una zona  oscura de la maternidad, aquella en la que esta se cruza con el erotismo. Los personajes viven en una zona rural, roban, son hostigados por el servicio social, viven en la marginalidad y experimentan una atracción antinatural erótica. Los cuerpos habitan por un lado, el territorio público reglado   en términos de lo que debe ser el vínculo materno filial; y por otro, el territorio privado, el del adentro de la intimidad de la casa, que despliega, si bien no la consumación del incesto, sí toda una erótica corporal violenta. Lo siniestro ya no ancla tanto en la problemática tabú del incesto, más bien, en esta novela, la aberración temática, el efecto abyecto, está del lado de la forma, del modo de narrar, la implacable presencia de los cuerpos en el escenario textual.